”Si estamos en casa, en nuestro mundo, ¿a quién va llegar nuestra cultura y las nuevas ideas”. Manuela, mediadora de Barró.


Manuela, como Tina, Maruja, Paqui o Ani, es una de las mediadoras de etnia gitana del Proyecto Artemisa que han venido desarrollando desde hace cinco años las entidades Barró, Casm y El Fanal. Han pasado cinco años y volviendo la vista atrás lo primero que nos muestra Manuela es una amplia sonrisa de satisfacción.
Hace apenas seis años ella era una “mujer de grupo”, es decir, una usuaria más que asistía a clases de habilidades sociales, pero fue así como se motivó lo suficiente y decidió dar un paso adelante: formarse como mediadora social.
Por eso ahora además de esposa, madre y ama de casa es una mujer trabajadora. Porque sin olvidar sus raíces y su cultura ha hecho que nadie piense en cuál es su etnia a la hora de apostar por ella para ofrecerle trabajo.
Por eso las mediadoras de Artemisa son un ejemplo para su etnia, y un ejemplo para el resto de la población como caso de superación personal. Han pasado cinco años y podemos decir que el Proyecto Artemisa – como refleja el título del libro que se presentará el próximo jueves por las entidades Barró, Casm y El Fanal en coordinación con la Dirección General de Igualdad de Oportunidades del Ayuntamiento de Madrid- cierra su primer ciclo con cinco de buenas prácticas.
Manuela trabaja en Barró y se encarga sobre todo del programa de salud, gracias al cual un 30% de las mujeres gitanas del distrito de Vallecas acude a revisiones ginecológicas con regularidad, entre otros logros. También trabaja con los jóvenes, haciendo mediación entre institutos y familias, con el fin de reducir el absentismo escolar y mostrar a los jóvenes gitanos las posibilidades futuras que les puede aportar cursar estudios superiores.
De hecho, Manuela fue una de las coordinadoras del Primer Encuentro de Jóvenes Gitanos, que tuvo lugar el pasado septiembre en Oviedo junto a la 31 Jornada de Enseñantes con Gitanos. Es la primera vez que se hacía este tipo de encuentros en toda España, y en vista de la acogida se continuará el proyecto. “La experiencia fue buenísima, las relación entre ellos fue buena, respetuosa, y han colaborado. Me sorprendió que funcionara porque son jóvenes no se conocían y podían tener vergüenza. Y me he asombrado de que son niños con muchos proyectos y con ideas nuevas. Son una generación que tienen qué heredar a las siguientes”.
Manuela estuvo apoyando a los dinamizadores que trabajaron con los jóvenes para que contaran sus experiencias, ya que son todavía una minoría los adolescentes gitanos que cursan estudios superiores. “A los chicos se les planteó fundamentalmente tres preguntas: qué es ser gitano, qué significa el futuro, y qué era para ellos el encuentro. Y a partir de ahí hicieron un vídeo y un mural”.
Nos cuenta que muchas veces como estos chicos son minoría, tienen problemas para motivarse o para que los demás compañeros entiendan que aunque estudien y quieran trabajar sí se sienten gitanos. “Fue muy bueno para ellos compartir experiencias con jóvenes de su misma etnia y de otras ciudades que comparten un mismo deseo de futuro”.
Como anécdota, destacó que a los jóvenes “les impactó mucho ver un vídeo sobre el estilo de vida de los gitanos en Eslovaquía, y les sorprendió que enterraban a los gitanos fuera de los cementerios de los payos”. Esto es un reflejo de que la discriminación, a cualquier escala, es una lacra y duele.
Los jóvenes gitanos, así como los hombres y mujeres gitanas que participan en itinerarios de inserción y formación están demostrando que quieren acabar con los estereotipos y “tienen ganas de trabajar por la población”.
Hablamos de estereotipos, discriminación, veto…y sí, se sienten aún discriminados. Manuela lo sabe bien. “Una estaba formada pero por ser gitana…muchos la han sentido. También han sentido crisis de identidad, eso les ha pasado a los coordinadores, dinamizadores, mediadoras…somos el bicho raro… entre los payos gitanos y entre los gitanos los payos” – y sonríe-.
“En momentos de crisis sí que te planteas, ¿qué hago, tiramos la toalla por la crisis y nos vamos a un bando?”. Afortunadamente ella, y los muchos usuarios a los que asisten las mediadoras de Artemisa, no han tirado la toalla. “Estos cursos les abren la mente, para que vean que hay más gitanos como ellos, que no son los únicos”. Y ahí siguen.
Pero sin perder la identidad personal, ni su cultura. “Los hombres, mujeres y jóvenes gitanos de ahora son muy diversos, en el mismo grupo a uno del gusta el flamenco, a otro el rap… Pero se siente gitanos aunque les guste vestir o peinarse diferente”.
Manuela destaca que en el proceso de motivación de los jóvenes es primordial el papel de la familia. “Hay muchos padres que los apoyan y por eso están estudiando en Primaria o Secundaria, porque si la familia no los apoya terminan abandonando como no sea que ellos decidan seguir pese a todo”.
Al igual que Manuela es referente para muchas mujeres de su etnia como mujer trabajadora y familiar, los adolescentes que deciden continuar los estudios encuentran sus referentes en gitanos que son maestros, filólogos o mediadores. “Hay que abrir camino, ver cuando te sientes solo que has encontrado a alguien en una situación igual a la tuya”.
Y una frase de Manuela resume el sentido de la palabra mediación entre etnias y culturas: «Si estamos en casa, en nuestro mundo, ¿a quién va llegar nuestra cultura y las nuevas ideas”.


saludos de la prima amada espero beros pronto salu y libertad